ALEX Y ALEXA
“And her lips are like the galaxy's edge. And her kiss the color of a constellation falling into place” — A. Turner
Alexa Chung y Alex Turner posan juntos tras dos años de relación (Londres, 2009)
Uno de mis fragmentos favoritos del libro “High Fidelity” de Nick Hornby es aquel en el que Rob, Barry y Dick acuden al concierto de la artista Marie De Salle y se quedan hipnotizados con su voz y presencia escénica. En ese momento, los tres melómanos se enfrascan en un debate sobre las ventajas de salir con un músico y las cosas que más disfrutarían de esa relación. Siempre me he sentido muy identificada con ellos. De adolescente estuve obsesionada con la relación entre Alex Turner y Alexa Chung por evocar todas estas cosas que anhelábamos tanto ellos como yo.
Ambos eran la simbiosis perfecta. Ella: diseñadora, modelo, DJ y gurú musical. Él: líder de los Arctic Monkeys (una de las bandas británicas más conocidas del mundo), letrista nato, cantante, MOD influencer y visionario. Eran tan perfectos el uno para el otro que hasta sus nombres rimaban y se complementaban del mismo modo que sus cortes de pelo, su predilección por la música alternativa y su forma de vestir. Mi obsesión por ellos era tal que solía escuchar las canciones de los Arctic en bucle para averiguar qué versos podían ser sobre Alexa, su gran amor. Su relación fue igual de romántica que cualquiera de las baladas de los Monkeys. Eran los Courtney Love y Kurt Cobain del indie rock.
Se conocieron en el backstage de un festival en 2007 y su conexión fue instantánea. El amor que Alex profesaba por Alexa pasaría a la posteridad cuando, al año de conocerse, olvidó en un bar una carta de amor que le había escrito en una servilleta. “My mouth hasn't shut up about you since you kissed it. The idea that you may kiss it again is stuck in my brain, which hasn't stopped thinking about you since, well, before any kiss”. R.I.P a mi corazón. No sé qué puede haber más romántico que unos versos escritos a mano en una servilleta. Como buen líder del indie rock, hasta eso sabía hacerlo bien.
Cuando en 2011 leí que habían puesto fin a su relación después de cuatro maravillosos años, casi me da algo. ¿Cómo pretendían que creyese en el amor después de esta noticia? Si Alex y Alexa no pudieron hacer que funcionase, ¿qué posibilidades podía tener yo? En 2013 Alexa le dedicó a Alex un capítulo entero de su libro. Él, por su lado, siguió dedicándole muchas de sus canciones. Ese mismo año, los Arctic sacaron “AM”, posiblemente uno de los mejores álbumes del planeta musical. Ni siquiera fueron capaces de no coincidir en el año en el que sus carreras profesionales llegaron a lo más alto.
Este verano volví a ver por cuarta vez a los Monkeys. Cuando Alex se pone delante a mover las caderas haciendo que las sacudidas coincidan a la perfección con el tempo de las guitarras y batería, me pongo tan nerviosa que a veces me mareo. Me siento como las fans de Elvis Presley la primera vez que lo vieron en acción. Nervios. Sudores. Pánico. Luego tocan “Knee Socks” o “Arabella” e inmediatamente me acuerdo de Alexa de nuevo. Y me imagino cómo debe de llevar el hecho de que su ex le haya dedicado algunas de sus canciones más famosas que suenan en todos lados. He leído que una vez, en una discoteca de Nueva York en la que ella estaba, el DJ puso “Fluorescent Adolescent” (canción que le compuso Alex el año que se conocieron) y ella le pidió que por favor la quitase y pusiese una de los Rolling en su lugar. Recuerdo reírme por dentro, nadie como Mick Jagger para olvidarte de una dramática ruptura sentimental.
Este año, por primera vez en mi vida, me han compuesto una canción. Cuando se me compartió esta noticia me quedé tan en shock que, al intentar mostrar mi agradecimiento, solo pude emitir balbuceos sin sentido. Digamos que es como cuando un escalador experto consigue llegar a la cima del Everest y logra su sueño, lo que le obliga irremediablemente a pensar en su siguiente meta a cumplir para dar sentido a su existencia. Toda la vida soñando con encontrar a un Alex Turner que me compusiese canciones y vibrase en la misma onda que yo en las esferas más importantes de la vida y, ahora que lo encontraba, era incapaz de creérmelo.
Supongo que me equivocaba y sí merece la pena seguir creyendo en el amor. Que de algo sirvió el noviazgo entre Alex y Alexa y fue para recordarme a lo que aspiraba en cualquier relación; a eso mismo que comentaban Barry, Rob y Dick en aquel concierto. Que, al igual que ellos, “siempre he querido salir con un músico. No alguien en un grupo, no. Un músico de verdad. Que componga en casa y meta alguna de nuestras bromas internas en las letras. Que me mencione en los agradecimientos del álbum. Un músico de los auténticos, un músico de verdad”.
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